7/5/2021

Manejo de la ventilación como herramienta de prevención en espacios públicos y privados

Por Silvia Piñero Fernández

En escasos 14 meses, hemos logrado comprender mejor al SARS-CoV-2 y, como consecuencia, aprendido a implementar medidas efectivas para evitar contagios.
Dado que sabemos que el virus se propaga a través de gotículas y aerosoles exhalados, hemos implementado la sana distancia, usamos cubreboca y convivimos
con personas fuera de nuestro núcleo habitacional en exteriores, donde la dispersión de las partículas contagiosas es más eficiente. Sin embargo, no podemos evitar
encontramos, eventualmente, en espacios cerrados. En esos casos, además de todas las medidas mencionadas es indispensable contar con una ventilación adecuada.
El riesgo de contraer COVID-19 es mayor en un espacio donde conviven personas infectadas y sanas por largos periodos de tiempo, como los sitios de trabajo y escuelas.
Una ventilación eficiente disminuye el riesgo de propagación del SARS-CoV-2 al remover en cierta medida el aire viciado, introduciendo al mismo tiempo aire limpio.
Parecería que la evaluación de la calidad de la ventilación de un espacio es intuitiva y, sin embargo, es una cuestión compleja que depende de 3 factores. Primero, la tasa de ventilación del lugar. Segundo, la dirección del flujo de aire. Tercero, la distribución de ese aire en el espacio (1). Pongamos el ejemplo de un restaurant que a simple vista nos parece seguro. Aún siendo espacioso y teniendo puertas y ventanas abiertas, este lugar podría tener una circulación de aire poco adecuada que podría ser insuficiente para distribuir el aire limpio al interior de manera correcta. Entonces, ¿Cómo hacemos para asegurarnos de que un espacio es seguro?


La organización mundial de la salud (OMS) publicó en el mes de marzo una serie de recomendaciones basadas en evidencia para facilitar la evaluación de riesgos e
implementar medidas standard de ventilación y ocupación máxima (1). Aunque el documento está dirigido principalmente a las autoridades, al integrar normas de
construcción de edificios públicos y privados, el uso de sensores y la educación del público, es una herramienta que nos puede ayudar a tomar decisiones informadas
como individuos. Esta información nos puede ayudar también a exigir condiciones mínimas para regresar a nuestras actividades normales en interiores. Según la OMS, cada espacio tiene características específicas y dinámicas que definen las necesidades de ventilación del lugar. Así los espacios hospitalarios deben centrar
sus prioridades en evitar contagios, los espacios domésticos en mantener aire suficientemente limpio y con una temperatura adecuada para un número reducido de
personas, mientras que los espacios públicos como escuelas y edificios de oficinas deben centrar sus esfuerzos en mantener un ambiente seguro para un número mayor
de personas que provienen de ambientes domésticos distintos y conviven por periodos prolongados (1). Es importante tomar en cuenta que la concentración de aerosoles infecciosos depende también del tipo de actividades que se llevan a cabo en el lugar y de las medidas de prevención utilizadas. Así, esta concentración sería evidentemente mayor en un sitio donde las personas llevan a cabo actividades como cantar o hacer ejercicio vigoroso sin usar cubreboca.

Para lograr una ventilación eficiente, podemos echar mano de la ventilación natural que ofrecen puertas y ventanas. Sin embargo, tener una ventana abierta no significa que el aire está fluyendo al interior, por lo que es importante buscar siempre una ventilación cruzada que permita un flujo continuo de aire, esta condición será variable
dependiendo de las condiciones climáticas y la fuerza y dirección del viento en el exterior. Para lograr un flujo adecuado de aire se pueden utilizar ventiladores dirigidos
estratégicamente ya sea dentro de la habitación o directamente dirigidos hacia las ventanas para favorecer el intercambio del aire viciado del interior. Aunque no podemos calcular la tasa de ventilación sin los equipos y la experiencia de los especialistas, en nuestros hogares podemos utilizar fuentes de humo controlado, como por ejemplo un palito de incienso encendido, para determinar la dirección y el flujo del aire en una habitación. De esta manera podemos minimizar riesgos y también,
de ser necesario, manejar mejor el aislamiento de un paciente de COVID (1). En edificios públicos la situación es diferente, ya que sus sistemas de ventilación son
complejos y dependen de fuentes de ventilación artificial. Los equipos de aire acondicionado en estos lugares están diseñados para reciclar el aire en cierta medida y cuentan muchas veces con espacios interconectados que se ventilan en paralelo. La medición de la concentración CO 2 en este tipo de espacios, ha demostrado ser útil como medida indirecta de la eficiencia de la calidad de la ventilación del lugar (2). La detección de CO 2 ha sido utilizado por los especialistas como gas trazador para estimar la tasa de ventilación de un sitio por mucho tiempo y puede, por si misma, ser un indicador de la concentración de aire exhalado por los ocupantes de una habitación (3).

Aunque el documento de la OMS no hace énfasis en la utilización de esta medida indirecta. Se ha demostrado que la disminución en la concentración de CO 2 de un
espacio público puede ser útil en la corrección de una ventilación ineficiente y en la toma de decisiones sobre el uso del espacio en el contexto de una epidemia. Un
estudio realizado durante un brote epidémico de tuberculosis en una universidad de Taiwan muestra evidencia clara al respecto (4).
Mientras que, según los expertos, en un cuarto bien ventilado la concentración de CO 2 debe ser de alrededor de 800 ppm (partes por millón), en algunos salones de clases en la Universidad de Taipei, donde se habían detectado contagios de tuberculosis, la medida llegaba hasta las 3000 ppm. Ingenieros expertos realizaron una intervención instando extractores y ductos de ventilación y removiendo obstáculos al flujo de aire en las zonas afectadas. Estas acciones lograron mejorar significativamente la circulación de aire, bajando la concentración de CO 2 a niveles alrededor de las 660 ppm, logrando
así detener los contagios en el lugar (4).

Ya que el SARS-CoV-2 se transmite a través del aire como la tuberculosis, niveles altos de CO 2 en un ambiente pueden representar también un mayor riesgo de contagio (2). Los equipos para detectar CO 2 son relativamente baratos y fáciles de operar por lo que la instalación de equipos de medición de manera rutinaria y visible en espacios públicos no es una tarea imposible. Esta medida nos podría ayudar a tomar decisiones de manera individual, ya que al conocer la calidad de la ventilación de un espacio en tiempo real podemos decidir si es seguro o no ingresar. Como en el caso de cada medida que ha sido implementada durante esta pandemia,
hablando de ventilación, lo mejor es informarnos para así poder manejar el riesgo de contagio con todas las herramientas a nuestro alcance, recordando que, por si misma, ninguna medida es totalmente efectiva.

REFERENCIAS

1. World Health Organization, Roadmap to improve and ensure good indoor
ventilation in the context of COVID-19. Geneva:; 2021. Licence: CC BY-NC-SA
3.0 IGO.

2. Miller, Shelly. How to use ventilation and air filtration to prevent the spread of
coronavirus indoors. August 2020. The conversation. Disponible en
https://theconversation.com/how-to-use-ventilation-and-air-filtration-to-prevent-
the-spread-of-coronavirus-indoors-143732

3. Batterman, Stuart. Review and Extension of CO 2 -Based Methods to Determine
Ventilation Rates with Application to School Classrooms. 2017. International
Journal of Environmental Research and Public Health,14(2): 145

4. Du CR. et al. Effect of ventilation improvement during a tuberculosis outbreak in
underventilated university buildings. 2020. Indoor air, 30(3): 422

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