Por Louis Paul Decena
La pandemia del COVID-19 ha causado grandes estragos en la sociedad y se han intentado diferentes métodos con diferentes niveles de éxito alrededor del mundo para evitar que la enfermedad se siga propagando entre la población. Una de las estrategias de salud pública (es decir, que no involucran una intervención médica o farmacológica) más conocida y exitosa hasta la fecha ha sido el del distanciamiento social, esta estrategia ha permitido que países como Nueva Zelanda reducir el número de casos a cero[1], dando la oportunidad de levantar muchas de las restricciones impuestas a su población. El objetivo principal de este modelo de mitigación es “aplanar la curva”, evitando que se sature el sistema médico y se agrave la situación. Sin embargo, el distanciamiento social y las cuarentenas extendidas pueden tener consecuencias graves para la psicología y el estado de ánimo de los seres humanos. La economía también depende en gran medida de interacciones sociales interpersonales, por lo que hemos visto grandes estragos en el bienestar de las personas debido a este periodo de inactividad comercial.
Debido a que la propagación del virus del SARS-CoV-2 aún no se ha logrado controlar, y el prospecto de medicamentos o vacunas que puedan ayudarnos a vencer esta pandemia aún se ven lejanas en el horizonte, lo mejor que podemos hacer es adoptar medidas conscientes e inteligentes que reduzcan aún más los contagios y detengan la propagación de la enfermedad, pero sin poner en riesgo la integridad mental de las personas y las comunidades.
Uno de los principales problemas del mundo es que en nuestro día a día interactuamos con una gran cantidad de personas, tanto así que se han generado ideas como el de “seis grados de separación” [2], que suponen que entre usted y cualquier desconocido del mundo, solo existen cinco intermediarios. Este nivel de interconectividad supone un grave riesgo, pues una sola persona infectada puede iniciar una reacción en cadena de contagios que afecte a muchas comunidades.
Por esta razón, y para tratar de mitigar los efectos negativos del aislamiento social, investigadores del Centro de Ciencias Demográficas y el Departamento de Sociología de la Universidad de Oxford proponen diferentes estrategias de distanciamiento basado en redes [de personas] para un mundo post-cuarentena[3]. Las propuestas del grupo se tratan, a grandes rasgos, de buscar que cada persona tome decisiones conscientes de las personas con las interactúa habitualmente, buscando reducir el impacto de brotes de la enfermedad.
En este contexto, es necesario visualizar las interacciones que tenemos con distintas personas a lo largo del día como una serie de nodos o puntos, que representan personas, y aristas o líneas, que representan cada una de las interacciones que tienen esas personas entre sí.

Figura 1: Ejemplo de una red de interacciones en donde las personas se comportan de manera habitual.
En una red con muchas conexiones, los contagios de una enfermedad como COVID-19 se esparcen rápidamente, acumulándose en un periodo de tiempo corto y saturando el sistema médico. En una red con menos conexiones los contagios se dan a lo largo de un periodo más prolongado de tiempo, por lo que se logra el efecto deseado de aplanar la curva.

Figura 2: Ejemplo una red de interacciones reducidas.
Ahora que muchos países han entrado en períodos de reapertura en la que las actividades parecieran estar regresando a la normalidad, se va volviendo más importante que los grupos de personas identifiquen cuáles interacciones pueden evitarse. Por ejemplo, muchas personas han optado por llevar a cabo sus reuniones de trabajo de manera virtual, lo cual evita que las personas estén en contacto físico, poniendo a un gran número de comunidades en riesgo.
Existen diferentes maneras de lograr el efecto deseado, pero el equipo de Oxford propone tres estrategias generales:
1. Cada individuo debe elegir quienes son sus contactos basados en características individuales.
En esta estrategia se busca que los individuos tengan contacto solamente con personas con las que comparten atributos comunes, por ejemplo, solo tener contacto con personas del mismo vecindario, o que compartan características demográficas, como la edad. Limitar los contactos para solo tener contacto con aquellos que sean similares permite que se formen comunidades pequeñas con pocos puentes. La figura 3B muestra cómo sería la estructura de una red con este tipo de interacción. Los lugares de trabajo podrían implementar rutinas para reducir el número de contacto entre grupos que sean de áreas o edades distintas para favorecer esta estrategia.
2.Cada individuo debe considerar con qué otras personas interactúan sus contactos cercanos.
Una característica de las redes de personas es que normalmente tenemos muchos conocidos en común entre nuestros contactos. Por ejemplo, si la persona A tiene una fuerte conexión con la persona B (AB) y con la persona C (AC), podemos esperar que exista un fuerte conexión entre las personas B y C (BC), formando lo que se conoce como una triada cerrada. Identificando este tipo de interacciones, una persona puede decidir reducir al mínimo los contactos físicos que tiene con personas que no estén conectados a su triada social principal. La figura 3C muestra qué sucede si eliminan todas las conexiones que no forman parte de una triada cerrada.
3.Cada individuo debe seleccionar quienes son las personas con las que desea interactuar de manera regular, y al paso del tiempo restringir sus interacciones a esas personas.
Esta estrategia reduce el número de contactos en vez del número de interacciones, y es especialmente importante cuando el contacto es necesario por razones de bienestar psicológico. Esta estrategia implica repetir las interacciones a través del tiempo. Por ejemplo, si nuestro grupo de amigos se compone principalmente de compañeros de trabajo, podemos interrumpir el contacto físico con nuestros amigos de fuera del lugar de trabajo para comenzar a creer micro-comunidades. Esto hace que sea más complicado que el virus entre o logre escapar de este círculo tan cerrado de personas. La figura 3D muestra qué sucede si se adopta esta estrategia.

Figura 3: En este ejemplo el color de los puntos representa similitudes (de intereses, edad, etc) entre individuos y la distancia entre los puntos representa distancia geográfica. A) Una red de interacciones normal. B) Se remueven las interacciones de personas que viven muy lejos. C) Se remueven interacciones que no están embebidas en triadas. D) Cada persona toma decisiones conscientes acerca de con quién pasar el tiempo.
Utilizando simulaciones, el equipo de Oxford demostró que cualquiera de estas estrategias puede reducir a menos de la mitad la cantidad de contagios que suceden al mismo tiempo. Si se utilizan en conjunto con las otras estrategias que tienen efectos similares, como mantener una distancia de ~1.5m, tener una correcta higiene de manos, y utilizar mascarillas o cubrebocas, la pandemia podría ser controlada de manera más eficiente sin tener que sacrificar del todo la posibilidad de llevar a cabo actividades sociales importantes para el bienestar mental y emocional.
Mientras profesionales de la salud y la comunidad científica trabajan por controlar la pandemia usando intervenciones médicas y desarrollando medicamentos y vacunas, el resto de la sociedad puede seguir adoptando medidas de prevención para ganar la batalla en contra del COVID-19. La responsabilidad es de todos.
Fuentes
2.- https://es.wikipedia.org/wiki/Seis_grados_de_separaci%C3%B3n
3.- Block, P., Hoffman, M., Raabe, I. J., Dowd, J. B., Rahal, C., Kashyap, R., & Mills, M. C. (2020). Social network-based distancing strategies to flatten the COVID 19 curve in a post-lockdown world. Nature Human Behaviour. https://doi.org/10.1038/s41562-020-0898-6