Un texto de: Vicente Arredondo Ramírez
Doctor en Planeación Educativa y Presidente de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades del Estado de Morelos, A.C.
En la física, la resilencia es "la capacidad de un material de absorber energía elástica cuando es deformado y de cederla cuando se deja de aplicar la carga". Se habla entonces de la capacidad de regresar a una condición previa de normalidad.
De poco tiempo para acá, el concepto de resiliencia se ha extrapolado a las ciencia sociales, para en efecto, hablar de la importancia de que las personas superen una situación anímicamente traumática, buscando formas para regresar al estado de tranquilidad previa al suceso y con ello estar en condición de seguir caminando en la vida.
La pandemia de la covid19 está resultando sin duda un fenómeno traumático a nivel mundial caracterizado, entre otras cosas, por su inesperado e incierto origen, por la velocidad de su dispersión y sobre todo, por su capacidad de modificar, en poco tiempo, lo usos y costumbres de sociedades enteras en todo el planeta.
En efecto, este fenómeno está impactando, no sólo el ámbito de la salud pública, sino también los concernientes a la economía, la política, y la cultura.
Frente a este panorama, se identifican dos visiones, posturas y deseos, sobre qué habrá de suceder en los diversos países, una vez que la pandemia quede bajo control, con la ayuda de una vacuna hoy altamente deseada por todos.
La primera visión es de quienes afirman y esperan que el mundo regrese a las conocidas, habituales y generalizadas formas de relación entre personas, grupos y países, aunque quizá con algunos pequeños cambios en cuanto a medidas preventivas en materia de salud. Los promotores de esta visión estimulan la resiliencia de las personas, alentando su ánimo y paciencia para resistir las inconveniencias de esta situación pasajera, y para crear confianza de que pronto volveremos a la “normalidad” conocida.
La segunda visión, por el contrario, es de quienes alientan nuestra capacidad de resistencia física, mental y emocional, afirmando la idea de que al final del túnel nos encontraremos con el mundo conocido, pero que lo veremos de manera distinta. Esperan que durante esta reclusión colectiva hayamos generado ideas creativas y encontrado motivaciones que nos lleven a redefinir la forma en que los humanos nos relacionamos entre nosotros mismos, y con el mundo natural al que pertenecemos y del que dependemos para vivir. En esta visión se habla de la necesidad de hacer cambios profundos en nuestra escala de valores, para resignificar el sentido de nuestra vida personal y comunitaria.
¿Cuál de estas dos visiones prevalecerá? No es complicado pensar que quienes se beneficiaban de la situación económica y política previa a la pandemia buscarán apuntalar la inercia del estado de cosas ya conocido.
Queda, sin embargo, la duda de la dimensión de las fuerzas resilientes que se están gestando en el interior de la mente y del corazón de, sin duda, muchos habitantes del planeta que están sufriendo los caprichos de la covid19, en razón del descuido gubernamental de la infraestructura sanitaria, originado por el prurito de privatizar un servicio que debería de ser público por derecho humano.
Estamos quizá en el inicio de una fase civilizatoria que habrá de construirse con una creatividad no conocida hasta ahora, y que gradualmente emergerá para proponer y modelar caminos alternativos de vida y convivencia planetaria. En esa nueva época, esperaríamos que la prioridad de toda actividad humana sea el bienestar de las personas mismas y el cuidado de la naturaleza, y no la irracional ambición de generar beneficios económicos para unos cuantos, a costa de las sustentabilidad del planeta y de la dignidad de los seres vivos que en él habitamos.