27/5/2020

Contagio de los médicos: enfermedad profesional desde el siglo XVIII

Dra. Ana Cristina Guzmán Villate 

Medicina Física y Rehabilitación

Universidad Nacional de Colombia


Aprovechando la cuarentena, dediqué un tiempo a buscar artículos con información sobre las enfermedades que afectan a los artistas, dado que desde hace varios años estudio las patologías que sufren los músicos. Además de ser éste un interés personal y profesional,  me parece importante cubrir el tema porque en Colombia no existen  grupos dedicados a Medicina del Arte. 

Entre otras obras, encontré “El Tratado de las enfermedades de los artesanos y de aquellas ocasionadas por diversas profesiones, según Ramazzini “ escrita por Philibert Patissier. Después de revisar el listado de los oficios que integran el índice de esta obra, encontré que, además de incluir a los músicos, los cantantes y los bailarines, estaba también el oficio del médico. Aunque la Historia de la Medicina tampoco es mi especialidad, me detuve a leer el contenido relativo a los médicos. Motivada por la emergencia sanitaria que atraviesa el mundo entero por la pandemia del COVID-19, hice esta breve  investigación para descubrir los cuidados que tenían los médicos del siglo XVIII  frente a las epidemias que aparecieron en aquel entonces.

Bernardino Ramazzini (1633-1714), médico italiano y profesor de la Universidad de Modena, inquieto por su interés en el origen de algunas enfermedades, escribe en 1700 la primera obra que estudia las patologías más comunes en algunas actividades laborales. En este trabajo, se analizan 53 oficios y se indican “las precauciones que deben tener, respecto a la salud pública, los fabricantes, los manufactureros , los jefes de talleres , los artistas y todas las personas que ejercen profesiones insalubres”.Gracias a esta obra, titulada De Morbis Artificum Diatriba (Tratado sobre las enfermedades de los trabajadores), Ramazzini es considerado como el padre de la Medicina del Trabajo. 

En 1822, un siglo después de la edición de la obra de Ramazzini, Philibert Patissier (1793-1863), doctor en Medicina de la Facultad de París de origen francés, retoma este trabajo. En 1822 publica un nuevo texto  con la intención de actualizar, sistematizar, corregir y complementar la investigación del italiano. En su obra, Patissier incluye más de 200 oficios y presenta una versión resumida de las anécdotas narradas por Ramazzini.

En el capítulo “Las Enfermedades causadas por moléculas que bajo la forma de vapores o polvo de origen animal se mezclan con el aire que uno respira y penetran en órganos alterando sus funciones” , Patissier revisa los cuidados que deben tener los Médicos ante las enfermedades epidémicas y contagiosas.

A continuación presento la traducción literal de los párrafos escritos por Patissier, en los que describe cómo es que los médicos se enfrentaban entonces a una epidemia durante el ejercicio de su profesión. 

“En las enfermedades epidémicas y contagiosas , tales como el tifo, la fiebre amarilla y la peste, la vida de los médicos está expuesta a grandes peligros. Cuántas veces no hemos visto al médico acompañar a la tumba al enfermo a quien le había prodigado sus cuidados."

La sangre fría y la valentía son, en estas circunstancias peligrosas, la mejor protección. Didier, Chicoyneau y Bailly, quienes fueron enviados a Marsella cuando la peste hacía grandes estragos, demostraron que uno de los medios más seguros de resistir al contagio era no temerle. Ellos se expusieron a peligros continuos, se transportaron con la mayor celeridad a donde todos los enfermos, estuvieron permanentemente rodeados por los vapores que se levantaban y sin embargo, los tres personajes lograron escapar a los efectos nocivos de este flagelo.

De esta manera, es como se describe a continuación, que el Sr. Barón Desgenette conservó la salud atendiendo a los apestados en Egipto. De hecho, tomaba pocas precauciones, se nutría de acuerdo a como lo permitían las circunstancias, tomaba con frecuencia licores en pequeñas y distanciadas dosis. Iba constantemente en la ambulancia de caballos y con pasos cortos. Al salir del establecimiento, se lavaba cuidadosamente las manos con agua y vinagre o con agua y jabón y regresaba al campo a galope corto, lo que le producía un leve estado de sudoración. Se cambiaba de ropa interior y de vestido y se bañaba el cuerpo entero con agua tibia y vinagre antes de comer.

A continuación las reglas de conducta que M. Foderé aconseja a aquellos que están encargados de visitar a los enfermos que sufren fiebres epidémicas y contagiosas:

1. Dedicarse a sus deberes como si no hubiera nada a qué temer.

2. Evitar tocar cualquier cosa en las calles.

3. No sentarse jamás en las casas que visitan.

4. No quedarse cerca de los pacientes más que el tiempo necesario. Evitar respirar su aliento y sumergir enseguida las manos en agua fría después de haber palpado el pulso.

5. Al regresar, cambiar enseguida la ropa interior y el vestido en el vestíbulo de la casa.

6. Evitar los excesos así como el abuso de los placeres, pero sin embargo tomar en lo posible, con satisfacción una alimentación nutritiva compuesta mejor por viandas que por verduras y acompañarla con un buen vino añejo rebajado con bastante agua y algunas tazas de café.

7. En fin, es esencial evitar ver muchos pacientes y fatigarse. Es absolutamente necesario recuperar la fuerza con el reposo y el sueño. El estado de vigilia muy prolongado aumenta significativamente la actividad de los vasos inhalantes y predispone por consiguiente a ser contagiado.”

Cuando la humanidad se enfrenta a una epidemia, los médicos han estado siempre expuestos directamente al contagio en el momento que van a prestar su servicio profesional, situación que en muchos casos, los ha llevado a la muerte. Las medidas de higiene y prevención del médico tales como: lavado de manos y vestuario, el distanciamiento (no respirar el aliento del paciente y permanecer con el paciente sólo el tiempo estrictamente necesario), evitar el contacto directo con objetos (en la calle y en la casa de los enfermos), llevar una alimentación adecuada, la firmeza emocional (control del miedo al contagio), el reposo y sueño adecuados, siguen vigentes y son conductas básicas que se han recomendado desde entonces para la protección de los médicos.

Es interesante confirmar que desde el primer tratado que se escribió sobre las enfermedades relacionadas con el trabajo, está incluido el oficio del médico y, de manera específica, cuando éste se enfrenta a una epidemia o a una enfermedad contagiosa. Desde hace tres siglos se determinó que en estas situaciones, el médico está en riesgo de adquirir, sin lugar a dudas, una enfermedad de origen profesional. Finalmente quiero resaltar lo estimulante que resulta para mí profundizar sobre un tema que a pesar del tiempo transcurrido, reviste total actualidad y reivindica la sabiduría y el sentido común de las conductas recomendadas por los precursores de la Medicina del Trabajo.


Atrévete a Descubrir

La manera en la que la sociedad humana ha evadido catástrofes a lo largo de la historia de epidemias de salud pública, ha resaltado la responsabilidad cívica de la ciencia. Hoy más que antes, el mundo necesita que científicos traduzcan su experiencia en comunicación efectiva sobre temas globales que causan preocupación. 

El comunicar ciencia consiste en capturar la atención y el interés del público para crear una conversación. Esta relación se funda en la empatía -  la habilidad de entender y compartir el contexto y los sentimientos de los demás.

Es el traducir el conocimiento técnico a una voz que atraiga a gente de todo tipo de contextos en la modalidad que ellos prefieran.

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