Esta masa de aire seco y cargado de partículas de arena se forma sobre el desierto del Sahara al final de la primavera, el verano y principios del otoño y generalmente se mueve hacia el oeste sobre el océano Atlántico tropical cada tres o cinco días. De acuerdo con la Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. , cada año, más de 100 millones de toneladas de polvo sahariano soplan entre África y algunas veces llega incluso hasta la cuenca del río Amazonas. Cuando ocurre, suele ser de corta duración: no dura más de una semana, pero la presencia de vientos alisios en ciertas épocas del año la hace más propensa a que pueda cruzar el Atlántico y recorrer más de 10.000 kilómetros. La capa de polvo forma una nube generalmente de entre 3 y 5 kilómetros de espesor y se encuentra a una altura de entre uno y dos kilómetros en la atmósfera. El polvo mineral suspendido también absorbe la luz solar, lo que contribuye a la regulación de las temperaturas del planeta.
Los minerales contenidos en el polvo también reponen los nutrientes en los suelos de las zonas tropicales, que se ven afectados por las tradicionales lluvias de la región.
¿Qué riesgos para la salud supone el polvo del Sahara?
Dado que afecta considerablemente la calidad del aire, su alto contenido de partículas también puede resultar nocivo para personas con problemas respiratorios e incluso, provocar problemas de alergias o irritación de los ojos o mucosas.
¿A qué países afectó?
En América Latina y el Caribe se sintieron sus efectos: varios países del área han recomendado a sus ciudadanos que usen mascarillas y que se protejan especialmente los grupos más vulnerables. El fenómeno comenzó a observarse en un área del oeste de África hace una semana y recorrió más de 5.000 kilómetros hacia el Caribe, llegando a afectar a principios de semana territorio continental de América.
En México, el fenómeno afectó a la península de Yucatán (sureste). El doctor Luis Antonio Ladino, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Autónoma de México (UNAM), explicó que en la ciudad de Mérida se detectó un aumento del 800% en el número de partículas que pueden ser dañinas para la salud, recoge la prensa local. Las proyecciones de investigadores mexicanos apuntan que será a partir del 25 de junio cuando esta nube de polvo se disperse definitivamente de la zona.