COVID-19 está demostrando ser una enfermedad del sistema inmune. Esto podría, en teoría, podría controlarse. COVID-19, en muchos sentidos, está demostrando ser una enfermedad de incertidumbre. Un nuevo estudio sobre datos en Italia indica que en torno al 43 por ciento de las personas no presentan síntomas frente al virus. Aquellas personas que desarrollan síntomas presentan: congestión, fiebre, dolores y malestar general. Muchas de las personas con sintomatología presentan una recuperación temporal seguida de un punto de inflexión en el cual tiene que ser ingresados en cuidados intensivos durante largos periodos. Otros, simplemente, se recuperan totalmente.El grado de incertidumbre con esta enfermedad no está directamente relacionado con el virus, sino con la respuesta del cuerpo frente al mismo. Entender cómo el cuerpo responde en las diferentes manifestaciones de la enfermedad, asintomático, sintomatología leve, sintomatología grave..., es la clave para el tratamiento. La esperanza se ha puesto en medicamentos que retrasan la replicación del virus; remdesicir, ivermectina e hidroxicloroquina. Pero en la mayoría de las enfermedades víricas estos medicamentos sólo son efectivos en las fases tempranas de la enfermedad. Una vez el virus se h extendido en el organismo, es el propio sistema inmune el que se convierte en una amenaza mayor. LA buena noticia es que el sistema inmune se puede modular. La prioridad para los médicos pasa por esperar a que el sistema inmunitario del paciente sea capaz de combatir el virus a tratar te reducir la respuesta inmune para no causar daños permanentes en el organismo o la muerte.