
El reporte de esta semana, anunciando que el medicamento conocido como dexametasona reduce la tasa de muerte de pacientes de COVID-19 hasta en un tercio, ha sido recibido con entusiasmo alrededor del mundo
La dexametasona es un corticoesteroide usado comúnmente, y su uso para el tratamiento de pacientes graves de COVID-19 resulta conveniente, ya que su patente venció hace tiempo, es barato y relativamente abundante. Sin embargo, hay preocupación sobre la posibilidad de que el acaparamiento y la especulación puedan llegar a causar una escasez mundial.
Se dice que la situación podría ser especialmente delicada con relación a la versión inyectable del medicamento que es prescrito para pacientes graves. Aunque la dexametasona puede ser administrada de diversas formas, para este tipo de pacientes la administración de la versión líquida por vía intravenosa es la mejor opción, ya que muchos de ellos presentan condiciones que afectan la toma y absorción del medicamento o se encuentran conectados a respiradores.
A diferencia de la versión que se toma oralmente, la manufactura de la forma inyectable es compleja. Se requiere el mantenimiento de condiciones estériles durante todo el proceso de producción, ya que, la presencia de microorganismos en la solución puede reducir su eficacia o incluso asociarse con infecciones mortales, como se documentó en 2012, cuando un esteroide inyectable contaminado con un hongo fue asociado con la muerte de aproximadamente 100 personas. Lo anterior enfatiza la necesidad de adquirir la dexametasona de proveedores que garanticen su calidad y de vigilar la venta para evitar la circulación de versiones falsificadas del medicamento.
Fuente
6/21/2020