
Los próximos meses serán determinantes para probar la seguridad y efectividad de los más de 135 candidatos a vacuna contra COVID-19 que están siendo desarrolladas alrededor del mundo. Mientras las diferentes iniciativas se mueven a la fase de pruebas a gran escala en seres humanos, uno de los principales problemas a enfrentar es el reclutamiento de suficientes voluntarios expuestos al virus. El escenario es especialmente complicado en una pandemia como la que vivimos actualmente, donde las poblaciones con altos niveles de transmisión cambian constantemente alrededor del planeta.
Uno de los esfuerzos de desarrollo de vacuna más visibles ha sido el llamado “Operation Warp Speed” auspiciado por el gobierno de los Estados Unidos. Este ambicioso proyecto, que busca iniciar la vacunación de millones de ciudadanos americanos en octubre, basa su estrategia de reclutamiento en la infraestructura y protocolos ya existentes para pruebas de vacunas contra influenza y VIH. El proyecto norteamericano se apoya además en sofisticados modelos computacionales para predecir sitios con altas tasas de infección.
China por su parte, al lograr contener la infección dentro de sus fronteras, se encuentra con un número insuficiente de contagios que permitan probar sus vacunas en un escenario realista. Para salvar ese obstáculo, los investigadores chinos han construido alianzas con universidades prestigiosas en Brasil, donde la incidencia de contagios es extremadamente alta al momento.
Dada la complejidad del proceso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha promovido la cooperación en el desarrollo de los ensayos clínicos de las diferentes vacunas potenciales. Específicamente, ha creado las llamadas “Pruebas de eficacia de Solidaridad “(Solidarity’s efficacy trials) que están abiertas a productos de cualquier país del mundo, siempre y cuando estén dispuestos a competir bajo criterios muy específicos y transparentes para priorizar el financiamiento hacia las vacunas con mayor potencial. Como una alternativa para apoyar a empresas que no encuentren atractivo este modelo de competencia directa, se creo también un mecanismo de aceleración llamado ACT (Access to COVID-19 Tools Accelerator). La OMS ha creado además planes paralelos que buscan tomar ventaja de la experiencia de la institución en la búsqueda de poblaciones blanco para ensayos de vacunación. Así, ha ensamblado equipos de respuesta rápida para movilizarse a lugares con altas tasas de contagio y promovido la formación de grupos placebo compartidos.
La complejidad en las pruebas necesarias para aprobar una vacuna “efectiva” dependerá de igual manera de cual sea la meta final del desarrollo. Las diferentes estrategias pueden buscar, ya sea, una vacuna que ponga fin a la infección, una que detenga la transmisión, una que sea capaz de prevenir casos severos o cualquier tipo de contagio. En cualquier caso, los expertos opinan que se debe ser cauto en las expectativas de una fecha para la comercialización de las vacunas en cuestión.
Fuente
7/21/2020