Las escuelas de todo el mundo se encuentran vacías y cerradas y miles de millones de niños están en casa intentando adaptarse a nuevos métodos de enseñanza. Las drástica medida que ha sido adoptada en la mayoría de los países del mundo ha cumplido su objetivo, alentando la tasa de contagios del COVID-19, la enfermedad respiratoria causada por el virus SARS-CoV-2.
Pero las escuelas no pueden permanecer cerradas por siempre, y como han mencionado distintos pediatras, psicólogos y educadores, es necesario que los niños y niñas regresen a sus actividades escolares habituales. Además de la importancia de la interacción con otros niños en el proceso de aprendizaje, se ha señalado que la educación virtual es muy deficiente, y podría afectar severamente el desempeño de los niños de por vida. Aunado al daño que causan los periodos largo de aislamiento a la mente, en varios países se ha comenzado a observar que hay aumentos en el maltrato y el abuso infantil, ya que muchas de las víctimas de estos crímenes podían ser identificadas por maestros y maestras en el aula.
Conforme hemos aprendido del virus, hemos visto que las personas menores a 18 años parecen no infectarse tan seguido como los adultos, y que incluso cuando se contagian, la enfermedad es leve y tratable (siempre y cuando no sufran de alguna comorbilidad). También se cree que los niños y niñas menores de 12 años menos riesgo de transmitir la enfermedad. Por esto, muchos países han comenzado a desarrollar planes para re abrir las escuelas.
Algunas de las medidas propuestas para esta re apertura incluyen ideas como mantener grupos pequeños por cada aula, o evitar que los alumnos jueguen entre ellos. Incluso han surgido en internet imágenes de niños a los cuales se les asigna un cuadro dentro del patio para que mantengan la distancia con los demás. Sin embargo, aunque el distanciamiento social es muy efectivo, expertos han mencionado que esto pone en riesgo de diferentes maneras la salud mental de los pequeños. Además, en muchos países, la idea de tener espacio entre los niños es poco práctica, ya que las escuelas normalmente se encuentran saturadas o las instalaciones no son adecuadas. Una opción para lograr tener más espacio y facilitar el distanciamiento social es dividir a los grupos en turnos y disminuir el total de horas de clases.
Otra idea muy popular es el uso de mascarillas protectoras, o cubrebocas, por parte de todos los alumnos de un plantel, y aunque el uso de las mismas se ha vuelto popular a lo largo del mundo y es muy efectiva en prevenir los contagios, algunos se preocupan de que a los niños les cueste trabajo tener la disciplina de mantenerlas bien puestas y eviten quitárselas o tocarse la cara. Otros lugares tienen dificultades debido al clima, pues en sitios en donde la temperatura alcanza los 40°C, usar una mascara se vuelve extremadamente incomodo. Pero en países como Japón se ha visto que los niños pueden usar sus mascaras y cubre bocas de manera muy efectiva, por lo que esta opción es una de las más viables.
Estar continuamente al pendiente de los síntomas de la enfermedad, e incluso realizar pruebas de RT-PCR de manera rutinaria es otra forma de mantener una vigilancia constante. Una vez que se detecten casos positivos, es posible enviar a todo un grupo a casa, o poner en cuarentena a los contactos cercanos del enfermo. Medidas así también tienen la consecuencia positiva de detener rápidamente los nuevos contagios comunitarios que se podrían dar entre los adultos de su comunidad.
Sin duda alguna existen muchos retos por delante, pero es nuestra obligación hacer un gran esfuerzo y garantizar que las futuras generaciones tengan todas las oportunidades y todas las condiciones para formar el futuro que ellos deseen.