La pandemia por el SARS-CoV-2 nos ha llevado a revisar la trayectoria global en el plano económico, de salud y de medio ambiente. Los cambios en nuestro comportamiento como consumidores son una oportunidad única, ya que nos hemos vuelto más conscientes de nuestras necesidades más esenciales y esta actitud de consumidores sustentables puede tener un efecto positivo si se mantiene a largo plazo.

La pandemia de COVID-19 tiene el potencial de desencadenar efectos enormes en la biodiversidad y la conservación. El virus emergió debido a la explotación de la vida silvestre y riesgos similares a este irán en aumento si el ambiente se sigue degradando. Debemos aprender de este evento para guiarnos hacia una estrategia de conservación más efectiva, a lo largo de la recuperación de la pandemia. Se deben reiniciar las economías, pero esta vez protegiendo al ser humano y a la naturaleza, rediseñando redes de comercio y cadenas de suministro que apoyen esta nueva actitud sustentable de los consumidores. A su vez, los esquemas de conservación ambiental y su financiamiento deben permanecer activos.

Las políticas ambientales ya han cambiado hacia ambas direcciones: mientras que en algunos países se han debilitado, algunos gobiernos han prohibido el comercio de animales silvestres, y buscan detectar las cadenas productivas que ayuden a la seguridad de recursos. Mientras avanzamos al mundo post-COVID-19, se deben optimizar las estrategias de recuperación que beneficien a la biodiversidad y den protección a la salud humana.